Lega el día del patrón del campo. San Isidro Labrador es el patrón de los agricultores, precisamente de los mismos que plantan la cebada, trigo o avena que es de donde sale la malta, la base de toda buena cerveza. No podíamos dejar pasar un día tan señalado, así que ahí va nuestro pequeño homenaje al patrón por excelencia del campo español.

 Isidro nació hacia el año 1080 (fue coetáneo del Cid) en la entonces conocida como Mayrit, la actual Madrid, entonces bajo el control de la Taifa de Toledo. Por lo tanto Isidro fue un mozárabe, es decir, cristiano en territorio musulmán. Hacia 1085, el rey Alfonso VI se anexiona la futura capital del reino, y en un proceso típico de la Reconquista, el terreno fue entregado a señores visigodos que empezaron a crear señoríos y demás títulos para darse importancia. Isidro cayó en las tierras de la familia Vargas, y desde pequeño empezó a trabajar para ellos.

Desde el primer momento se vio que el joven Isidro había nacido para el campo. Milagros aparte, todas las crónicas sobre el Santo (muchas de ellas hay que cogerlas con pinzas pues se escribieron casi 5 siglos después de la vida del partrón de los agricultores) hablan maravillas de él como agricultor. Fue tan reconocido, que incluso hubo intentos de otras familias de llevarse al agricultor a sus terrenos, convirtiéndose así en el Mbappe o Messi de la época puesto que su fichaje era muy cotizado. Se cree que también trabajó para la familia Vera entre otras, pero lo más lógico, según se procedía en la época, es que campaña tras campaña el labrador se ‘arreglara’ con un terrateniente de la zona por cosecha. Si bien estos cambios no se solían dar cada año, es posible que Isidro pasara a lo largo de su vida (90 años y sin posibilidad de jubilación) por varias familias de la incipiente Madrid.

 En cuanto a los milagros que se le atribuyen al Santo, destacan el milagro del molino (multiplicaba el trigo que entregaba a las palomas); el de los bueyes (hacía que los bueyes trabajaran mientras él estaba a la sombra rezando, anda que no sabía...); o el del lobo, al que supuestamente ahuyentó con sus rezos cuando estaba a punto de acabar con un rebaño que tenía bajo su cuidado. Éstos y otros milagros que se le atribuyeron a Isidro hicieron que el papa Paulo V lo beatificara y que en 1622 Gregorio XV le elevara a los altares junto con San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola o San Francisco Javier, casi nada.

 Cuando en Madrid se enteran de la entronización de San Isidro, allá por 1724, más de 100 años después del hecho (debió fallar el wasap de la época), deciden que su fiesta se celebre el 15 de mayo (supuesto día de su muerte) y le nombran patrón de la villa de Madrid y de su Corte. Y así, de rebote, se da la tremenda incongruencia hoy en día de que el patrón de la urbe más grande de España sea a su vez el patrón por excelencia de la España Vaciada.

 Y después de estos datos, nada mejor que una buena cerveza para refrescar y asimilar la vida del patrón del campo español.