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Llega la Edad del Lúpulo. (Historia de la cerveza III)

Llega la Edad del Lúpulo. (Historia de la cerveza III)

HISTORIA DE LA CERVEZA (III): La cerveza en la Edad Media.

 

Finalizaba el Imperio Romano de Occidente, y llegaba una época oscura, en la que la Humanidad involucionó varios siglos. Es una época en la que la temperatura de la tierra bajó drásticamente llevando a lo que muchos expertos llaman una mini Edad de Hielo. En ese contexto, se frenó en seco la evolución en todos los aspectos que lideraron en su momento mesopotámicos, egipcios, griegos y romanos.

 Las Abadías

Sin embargo, como si de una famosa aldea gala se tratara, hubo unos recintos concretos en los que ese frenazo no fue tal. Ayudados por una legislación especialmente ventajosa para ellos y siendo los que estaban en la cúspide intelectual del momento, la Iglesia sirvió como refugio de la sabiduría. El cristianismo fue ganando peso en Roma, llegando a ser la religión oficial en el Alto Imperio, los siglos finales. Las invasiones godas no cambiaron el panorama, ya que los teutones se convirtieron rápidamente a la Fe cristiana. Así, con el tiempo, rondando el año 1.000, se creó la orden Benedictina. En ella, los hombres sabios y temerosos de Dios se encerraban en una abadía para llevar a cabo vida contemplativa. “Ora et Labora”, oración y trabajo.

 ¿Y cómo se mantenían económicamente? Aquí viene la gran ventaja fiscal de la época o más bien el chollo del milenio: El Diezmo. Así es, todos los agricultores de la zona estaban obligados a dar un 10% de su escueta cosecha a la Iglesia, muchos a las Abadías circundantes que casualmente nunca estaban demasiado cerca unas de otras. Como los monjes y monjas contaban con más recursos de los que podían necesitar (también es cierto que la regla de los conventos les ponían ciertas limitaciones alimenticias), empezaron a a experimentar con lo que les sobraba para ver qué brebajes iban sacando, para matar el tiempo y para “encontrar a Dios” de manera más sencilla. Esta es la época dorada de las destilerías y bodegas. Los curas eran cultos y sabían leer y escribir. Además tenían un gusto fino, por lo cual empezaron a anotar qué es lo que hacían exactamente para replicar o mejorar la receta del brebaje.  Es la época dorada de los orujos, anises, vinos refinados y demás. Y la cerveza no iba a ser ajeno a ello.

 El lúpulo

 Poco a poco en las abadías se empezaba a experimentar con la cerveza. Al poder fermentarse en poco tiempo y al contar con mucho excedente de grano, era la bebida ideal. Aquí se empiezan a tener los primeros registros fiables de tipos de cerveza. Prácticamente ninguno ha llegado a nuestros días, pues con el paso de los años estas recetas se han ido retocando para adaptarlas a los gustos del momento. Tal vez la más fidedigna hoy en día sea la Doppelbock o Marzenbier, la cerveza que se tomaban en períodos de ayuno porque contenía más nutrientes, doble malta y, siendo sinceros, porque así el tiempo interminable de ayuno se pasaba mucho más rápido. Y era mucho más fácil hablar con Dios, por supuesto.

 La gran adición de esta época a la cerveza es el lúpulo. La gran idea fue de una tal Hildegarda de Bingen. Fijaos cómo fue su aportación, que la nombraron hasta Santa. Fuera de bromas, Santa Hildegarda fue una abadesa, escritora, compositora musical, filósofa, naturalista, científica, .... La Leonardo Da Vinci del siglo XI, vamos. Es Doctora de la Iglesia y la autora con obra más prolífica de la Edad Media y posiblemente hasta nuestros días no haya una escritora y científica con tantos textos y tan variados publicados como ella.

 Pues bien, estaba Hildegarda viendo cómo podían darle un sabor diferente a la cerveza cuando cayó en el lúpulo. Con esta planta trepadora, lo que intentaba la teutona era darle diferentes matices de sabor a la cerveza. Y lo consiguió, pero de rebote hizo algo mucho mejor. El Lúpulo se reveló como un potente conservante, tal vez el más potente dentro de la naturaleza, lo que sirvió también para que la cerveza aguantara mucho más tiempo en conserva. Así evitaban muchas horas de trabajo ya que se podían hacer grandes cantidades de cerveza y almacenarla más tiempo sin que se echara a perder.

 Tal fue la aportación de Santa Hildegarda de Bingen, que hoy en día no se entiende la cerveza sin el lúpulo. Es la manera de diferenciar una cerveza de otra con la misma elaboración y la experimentación con los diferentes tipos de lúpulo no hace sino aumentar cada día más.

 Y para rematar, una buena selección de Cervezas De Abadía y un pack, las que más cerca se encuentran de las que se elaboraban en aquellos tiempos.

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